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Roel Guajardo Cantú / 04, agosto, 2023

Durante el periodo hegemónico del Partido Revolucionario Institucional, el historiador Daniel Cosío Villegas señaló que la mayor posibilidad de que tal hegemonía terminara la constituía el riesgo de un desgajamiento interno.

Se trataba, decía Cosío Villegas, de que un grupo de priistas dejara la militancia de ese partido y gracias a esa acción, el PRI perdería su posición en el entorno político del país. Así ocurrió.

En 1987, una vez que fue nominado Carlos Salinas de Gortari como candidato del PRI a la presidencia de la República, un grupo de priistas encabezado por Cuauhtémoc Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo entre otros, propició el inicio del fin de la hegemonía partidista que duró más de 70 años, la mayor parte del siglo XX. El año siguiente se presentó uno de los resultados electorales más cuestionados en la historia del país.

Solo 10 años después, en 1997, el PRI perdió la mayoría legislativa que mantenía desde siempre en la Cámara de Diputados, Muñoz Ledo al inicio el periodo de sesiones, frente al entonces presidente Ernesto Zedillo, equiparando a cada legislador con el presidente. dijo “nosotros, que cada uno somos tanto como vos y todos juntos sabemos más que vos” subrayaba la caída que significaba perder la mayoría legislativa para el tricolor, solo tres años después, el PRI perdía la presidencia de la República.

Como podemos ver, la predicción de Cosío Villegas fue acertada, aunque no sucedió de manera inmediata al desgajamiento.

En nuestros días, Morena, el Frente Amplio por México y Movimiento Ciudadano, muestran síntomas y riesgo de fractura interna. En Morena por las quejas continuas de los aspirantes Ebrard, Monreal y Noroña sobre la falta de equidad, piso parejo y gasto extraordinario en espectaculares, bardas, eventos y concentración de “seguidores” de Claudia Sheinbaum.

En el Frente Amplio por México, además de la renuncia o salida de algunos legisladores o militantes tanto del PRI como del PAN, también existe la posibilidad de que uno de los 13 registrados en el proceso pueda ser convencido o subvencionado para desacreditar el proceso a cambio de un espacio o candidatura.

En Movimiento Ciudadano el desgajamiento está latente por las diferencias de estrategia y visión sobre el rumbo del partido naranja entre el líder vitalicio, Dante Delgado y el grupo Jalisco, comandado por el gobernador Enrique Alfaro.

Actualmente Morena, el partido en el gobierno, luce invencible, ha ganado en poco tiempo 23 gubernaturas, tiene la mayoría absoluta en el Congreso de la Unión y la tendencia indica que ganará las elecciones de 2024, a menos que ocurra algo similar a lo sucedido en 1987. Aunque la sorpresiva irrupción de Xóchitl Gálvez en la carrera sucesoria podría resultar un proceso distinto, pero eso lo evaluaremos posteriormente en otro escrito.

Lo más interesante del caso es que hoy los roces, diferencias o choques que se presentan entre la presuntamente favorita del presidente, Claudia Sheinbaum y Marcelo Ebrard, parecen no tener otra forma de terminar que con el rompimiento de este último con Morena, debido a que él insiste en que hay dados cargados en la contienda interna en la cual se encuentra compitiendo.

Los señalamientos no son nuevos, desde antes del inicio del proceso actual, Ebrard insistió en lo que llamó “piso parejo”, sugiriendo que los dados estaban cargados en favor de la entonces jefa de gobierno de la CDMX, reiterando que ella y todas las corcholatas renunciaran y que el proceso incluyera debates entre los aspirantes.

Durante la contienda de Morena, los roces han continuado, desde la insistencia de Ebrard, pero también de Monreal y Noroña, para que se retiren los espectaculares que abundan a lo largo y ancho del país, hasta los reclamos por los apoyos encubiertos que gobernadores y el propio partido han ofrecido a la puntera en las encuestas.

El presidente López Obrador quiso controlar todas las variables del proceso, inclusive una posible ruptura al ofrecer puestos de consolación a quienes queden en segundo, tercero y cuarto lugar de la encuesta.

Al segundo lugar le ofreció liderar la Cámara de Senadores, un puesto que en teoría puede durar todo el próximo sexenio, salvo que quien gane la presidencia, si es de Morena, decida otra cosa, en tanto que al tercer lugar se le ofreció el liderazgo de la Cámara de Diputados, un caso similar al anterior.

El cuarto lugar quedó un tanto en el aire aunque se asumió que, siendo Monreal el más seguro ocupante de este puesto, significaría para él la candidatura por la CDMX.

El caso es que, a como van las cosas, cuando todo apunta a que la batalla entre Ebrard y Adán Augusto pudiera relegar al exsecretario de Relaciones Exteriores y resolverse en favor del segundo, por su continuo crecimiento, Marcelo puede optar por gritar faul y decidir dar un portazo y retirarse no solo de la contienda, sino del partido.

En ese escenario, dada la estrategia de Movimiento Ciudadano de apostar hasta el 2030 porque a los gallos naranjas no les alcanza con una intención de voto menor al 10 por ciento que tienen en distintas encuestas, puede que Marcelo Ebrard sea nominado a la presidencia por este partido, lo cual haría que la contienda pasara a ser, de una contienda de dos, en otra muy distinta que se iría a tercios.

No es posible descartar este escenario, ya que si bien, en abstracto en una contienda de dos que hasta el momento favorecería a Morena, con Marcelo bajo las siglas de MC podría resquebrajar el bloque de ese partido y mover todos los escenarios.

Si es así, nada está escrito y el riesgo de una ruptura sería de alto riesgo para AMLO.

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Un comentario en «La sucesión, el riesgo de una ruptura»

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